Esta es la segunda nota sobre la relación entre el Estado y los mercados durante los últimos años. Es una lúcida nota de Diego Genoud en LN de mediados de Junio (acá). Continuando la línea de la nota editorial anterior, que denunciaba la connivencia de los empresarios con los abusos del poder estatal y el temor a ser "víctimas de esos abusos", el periodista compila los testimonios de empresarios, economistas, politólogos, y analistas de opinión pública acerca del balance deseable entre intervención estatal e iniciativa privada, para usar los términos en los que LN define el problema.
Carlos Acuña, el prestigioso politólogo de la UDESA, destaca un cambio en la relación entre el poder político y la elite empresaria nacional:
"Lo original de los gobiernos kirchneristas es que, gracias a
condiciones internacionales propicias y políticas audaces, devolvieron
autonomía al Estado con respecto a las elites tradicionales. Más allá de
errores o tosquedades, esa capacidad de «disciplinamiento» muestra
aspectos positivos en una historia de vetos e imposiciones de elites
sospechadas. No reconocerlo es perder de vista algo central de la lógica
política argentina actual".
El dirigente empresario Gustavo Grobocopatel la ve diferente y destaca la incertidumbre que siguió a la expropiación de
YPF: "Lo peor fue cómo se hizo. Ahora, cualquier negocio puede ser
declarado de interés público. Los bancos, el acero, el azúcar". Vaticina que la UIA del futuro estará llena de empresarios del campo. Y distingue a contratistas y proveedores del Estado, empresas
que viven del consumo interno y las que dependen de capitales
internacionales. Sólo estos últimos prometen, dice.
La nota aporta opiniones respecto del perfil y de la naturaleza del empresario argentino de la última década - "ser rápido y vivo" dice Fidanza de Poliarquía, "individualistas y sin un marco de proyecto de desarrollo" dice Castellani de la UNSAM - y deja como cierre un mensaje de "optimismo": la confianza que la experiencia "traumática del kirchnerismo" ayuda a constituir
organizaciones empresarias más sólidas, que puedan defender esos intereses en el mediano
plazo a la manera de las organizaciones sindicales.
Es evidente que la lectura de la realidad es bien diferente. Los comentaristas que defienden las políticas del gobierno sostienen que el débil en esta puja es el Estado, frente a las grandes corporaciones. Los críticos del gobierno, entre los que se cuenta a LN, ven un Estado poderoso que infunde el miedo, siembra incertidumbres, y reserva la parte del león para los amigos.
Cualquiera sea la lectura de coyuntura sobre el poder relativo de los "contendientes", la discusión de fondo sobre la participación relativa del Estado en el sistema económico y la idea misma de plantear la relación entre poder político y económico en términos de contienda sigue abierta. Sobre esto deberíamos hablar. En la academia y en la delibración pública.
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