Último suelto (por ahora), sin conclusiones preliminares ni editorializar demasiado.
La primera parte es una de las miniaturas de los sábados de Pagni, describiendo como Enrique Eskenazi se quedaba con el 15% de la donación de YPF para el mantenimiento del Rosedal, a través de la empresa contratada para embellecer el paseo, Mantenimientos y Servicios S.A. (acá)
La segunda es un reportaje a la socióloga Maristella Svampa que apareció la semana pasada en la revista uruguaya Brecha, respecto del uso de la RSE y el desarrollo sustentable con fines estratégicos por la industria minera (acá). Transcribo el párrafo que interesa
"En primer lugar, mis trabajos hablan del pasaje del Consenso de
Washington al consenso de los commodities en América Latina. El
consenso de los commodities implica una base común entre aquellos países
con gobiernos progresistas y los neoliberales: la extracción y
exportación de materias primas, sin valor agregado, y a gran escala,
hacia los países más poderosos. De esto se desprenden varias cuestiones:
entre ellas, la consolidación de un modelo de desarrollo
neoextractivista, que acepta como destino la idea de América Latina como
exportadora de naturaleza, minimizando los impactos sociales,
territoriales ambientales, sanitarios y políticos que pueda tener este
proceso, más aun en el marco de una crisis ambiental y civilizatoria.
Otro de los elementos en común es una concepción productivista del
desarrollo que viene de la mano del discurso global. Éste tiene eje en
nociones como desarrollo sustentable –aunque en su versión “débil”–;
responsabilidad social empresarial y gobernanza, y supone una alianza
estratégica con las grandes empresas trasnacionales. En ese marco, por
ejemplo, casi todos los países promueven mitos que asocian megaminería y
desarrollo, megaminería y trabajo. No importa si la historia larga y
los emprendimientos hoy existentes muestran que la megaminería está
lejos de convertirse en un motor de desarrollo regional, o si ésta es
más bien “capital intensiva” que “trabajo intensiva”. Hay una fuerte
producción sociodiscursiva que apunta a crear una narrativa centrada en
el “progreso”, el “trabajo”, a fin de lograr la aceptación por parte de
las poblaciones. Aun así, considero que el consenso de los commodities
no trae aparejado un “discurso único”, sino que instala un espacio de
geometría variable, a partir del cual el Estado asume roles
diferenciados, pero en el marco del reconocimiento de las grandes
empresas como actores centrales. Así, el Estado aparece dotado de otras
competencias, pero ya no es un megaactor como lo era en otras épocas ni
tampoco su retorno es garantía de cambios reales. Sea que hablemos de
los países pertenecientes al alba o al Mercosur, todo parece indicar
que, más allá de las fuertes tensiones y contradicciones existentes
entre movimientos sociales antiextractivistas y gobiernos
neodesarrollistas, las políticas públicas están lejos de ser pensadas
desde un paradigma alternativo, a la vez posneoliberal y
posdesarrollista."
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